Llamar a las almas para que conozcan de Jesús, plantándolas en la palabra Dios, formando un carácter semejante al de Cristo, preparándolos para el servicio, instando a desarrollar una vida de adoración a través de una relación personal y genuina con el Señor. Vivimos para adorar.  

Como parte del cuerpo de Cristo, anhelamos agradar a Dios siendo siervos que florecen porque están plantadas en la casa de Dios, apasionados por Jesús y los perdidos, enfocándonos en la sanidad espiritual de las almas y en la formación de las personas a través de una predicación transparente, relevante y práctica.